Felíz año nuevo!!
28.12.08
9.12.08
26.11.08
Al fin y al cabo
En los sueños vuelo, se volar, planeo, me impulso. La caída es por falta de concentración o por querer volver a la realidad, generalmente caigo en la cama. En la realidad vuelo, se volar, planeo, me impulso. La caída es por falta de concentración o por querer volver a los sueños, generalmente caigo en la cama.
21.11.08
10.11.08
7.11.08
21.10.08
11.10.08
Encuentros
5.10.08
29.9.08
22.9.08
1.9.08
27.8.08
28.7.08
Subcomandante Verde
El Subcomandante Verde escapó una mañana de domingo. Irónicamente, el día de mayor vagancia de la semana, el pobre tipo despertó temprano. Cargó la mochila en su espalda ricotera, la resaca al hombro y la compañera a la mano.
Viaja él imagino descargado, posando en quién sabe qué lugares su cuerpo, quién sabe si tan obeso como solía mostrarse por el oeste en su Honda no pocas veces machacada.
Al parecer, el Subcomandante, abnegado defensor de la Vagancia Internacional, está en la búsqueda de la paz deseada por todo aquel que ose denominarse Vago. Fiel a sus convicciones partió rumbo al norte, según coordenadas de la Liga de Desocupados Voluntarios, escondida entre las sierras y la ciudad, el Subcomandante Verde estaría en la selva boliviana, tratando de buscar adeptos a la Vagancia y uniendo lazos con el presidente Evo Morales, intentando llevar el slogan de su fe: “No al trabajo ni a las duchas innecesarias”. En algún párrafo del Manifiesto Vagancial cuyo título Línea para Llegar a Rata (Lin.Lle.Ra) sus argumentos suenan muy convincentes, sobre todo para aquellos que somos propensos a la pereza: “El trabajar más de lo estrictamente necesario para sobrevivir lleva la mente y el cuerpo a un nivel de exigencia para el que no estamos preparados, sólo la fiesta y el reposo nos salvan de la miseria del trabajo”.
Desde el Esfotado saludamos la férrea campaña del Subcomandante Verde, le deseamos lo mejor para él y quienes lo acompañen en esta aventura, en este ideal, en esta lucha por la no banalización de nuestro tiempo y esfuerzo. Lo seguimos desde aquí, hoy y siempre y oramos por su salud y bienestar.
Viaja él imagino descargado, posando en quién sabe qué lugares su cuerpo, quién sabe si tan obeso como solía mostrarse por el oeste en su Honda no pocas veces machacada.
Al parecer, el Subcomandante, abnegado defensor de la Vagancia Internacional, está en la búsqueda de la paz deseada por todo aquel que ose denominarse Vago. Fiel a sus convicciones partió rumbo al norte, según coordenadas de la Liga de Desocupados Voluntarios, escondida entre las sierras y la ciudad, el Subcomandante Verde estaría en la selva boliviana, tratando de buscar adeptos a la Vagancia y uniendo lazos con el presidente Evo Morales, intentando llevar el slogan de su fe: “No al trabajo ni a las duchas innecesarias”. En algún párrafo del Manifiesto Vagancial cuyo título Línea para Llegar a Rata (Lin.Lle.Ra) sus argumentos suenan muy convincentes, sobre todo para aquellos que somos propensos a la pereza: “El trabajar más de lo estrictamente necesario para sobrevivir lleva la mente y el cuerpo a un nivel de exigencia para el que no estamos preparados, sólo la fiesta y el reposo nos salvan de la miseria del trabajo”.
Desde el Esfotado saludamos la férrea campaña del Subcomandante Verde, le deseamos lo mejor para él y quienes lo acompañen en esta aventura, en este ideal, en esta lucha por la no banalización de nuestro tiempo y esfuerzo. Lo seguimos desde aquí, hoy y siempre y oramos por su salud y bienestar.
24.7.08
22.7.08
26.5.08
Odisea
Saliendo de la arboleda apareció allí una enorme represa, abierta y calma. Al otro lado escondida tras pequeñas sierras, la ciudad. Las puntas de los edificios salían y captaban algún que otro rayo escapado de un nubarrón oscuro que cubría, llegando prolijamente a sus bordes, la urbe de por si sucia de una capa espesa de aire, viciado por las combustiones.
Subimos al velero, dejando detrás un paisaje de domingo en el parque. Familiar y alegre, distendido, amable. Los muchachos empujaron la barcaza para desencallar y zarpamos.
Gotitas, chiquitas, empezaron a caer. La tranquilidad sin embargo y el buen humor de unas largas vacaciones no tenían ni la intención de fugarse.
Miraba el paisaje infernal que poco a poco desaparecía entre la nube cada vez más cercana. El agua, hasta entonces casi inmóvil, mecía el velero aportando a la diversión y aventura de la situación.
Las velas se inflaron y seguí las órdenes del circunstancial pero amabilísimo capitán. Sacá, corré, bajá, creo que jamás cumplí órdenes con tal alegría. Me movía y equilibraba flotando en el barquito. Reconocí fácilmente los titubeos del agua que formaba ya olas pequeñas pero inquietantes. La charla era amena, entre la realidad política latinoamericana y el vertiginoso aumento del tránsito en las grandes ciudades.
Las gotas crecían y las piedras no tardaron en llegar. Empapado me deslizaba de lado a lado evitando un velazo en la cabeza o resbalar por algún charco de la cubierta.
A medio kilómetro un islote, con algunos árboles y pájaros refugiados, que desapareció rápidamente en la nube de la que ya éramos parte.
El viento creció y las olas fuera de escala hacían del velero un tentempié. El agua tapó de a poco mis sentidos. El capitán tomaba el timón con fuerza y relataba los pasos a seguir con voz de mando. Fui a la proa sosteniendo cuerdas y bajando la segunda vela con movimientos indecisos y temblorosos, temiendo caer. Con el objetivo cumplido el barco retomó el equilibrio y emprendimos rumbo al muelle que divisamos entre la humareda del vapor.
El granizo cesó, la tormenta quedó atrás. Salté a la plataforma y atraje el bote con energía. El capitán lo ató y caminamos en busca de refugio. Un techo de lona nos cubrió de la ahora llovizna que caía a la entrada de la ciudad.
Recuperé de a poco el equilibrio en tierra firme, aliviando mi cuerpo, despojado de esfuerzo alguno. Salimos de la marina, brindamos con cerveija fresca y subimos al ómnibus que nos llevaría de vuelta a la selva.
Subimos al velero, dejando detrás un paisaje de domingo en el parque. Familiar y alegre, distendido, amable. Los muchachos empujaron la barcaza para desencallar y zarpamos.
Gotitas, chiquitas, empezaron a caer. La tranquilidad sin embargo y el buen humor de unas largas vacaciones no tenían ni la intención de fugarse.
Miraba el paisaje infernal que poco a poco desaparecía entre la nube cada vez más cercana. El agua, hasta entonces casi inmóvil, mecía el velero aportando a la diversión y aventura de la situación.
Las velas se inflaron y seguí las órdenes del circunstancial pero amabilísimo capitán. Sacá, corré, bajá, creo que jamás cumplí órdenes con tal alegría. Me movía y equilibraba flotando en el barquito. Reconocí fácilmente los titubeos del agua que formaba ya olas pequeñas pero inquietantes. La charla era amena, entre la realidad política latinoamericana y el vertiginoso aumento del tránsito en las grandes ciudades.
Las gotas crecían y las piedras no tardaron en llegar. Empapado me deslizaba de lado a lado evitando un velazo en la cabeza o resbalar por algún charco de la cubierta.
A medio kilómetro un islote, con algunos árboles y pájaros refugiados, que desapareció rápidamente en la nube de la que ya éramos parte.
El viento creció y las olas fuera de escala hacían del velero un tentempié. El agua tapó de a poco mis sentidos. El capitán tomaba el timón con fuerza y relataba los pasos a seguir con voz de mando. Fui a la proa sosteniendo cuerdas y bajando la segunda vela con movimientos indecisos y temblorosos, temiendo caer. Con el objetivo cumplido el barco retomó el equilibrio y emprendimos rumbo al muelle que divisamos entre la humareda del vapor.
El granizo cesó, la tormenta quedó atrás. Salté a la plataforma y atraje el bote con energía. El capitán lo ató y caminamos en busca de refugio. Un techo de lona nos cubrió de la ahora llovizna que caía a la entrada de la ciudad.
Recuperé de a poco el equilibrio en tierra firme, aliviando mi cuerpo, despojado de esfuerzo alguno. Salimos de la marina, brindamos con cerveija fresca y subimos al ómnibus que nos llevaría de vuelta a la selva.
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7.5.08
30.4.08
8.4.08
4.4.08
13.3.08
Todo
Y qué si no lo pensamos tanto. Vivir sin culparnos por las consecuencias. Que cada uno es todo porque sin uno no hay nada. Cierro mis sentidos y el mundo no existe. Si los abro el mundo es mío, mis ojos le dan forma a tus formas, mis oídos sonoridad a tus palabras, mis manos te tocan y yo te siento, somos todo y nada más existe. Aunque dure horas, días o semanas, aquí o allá, este instante es el mundo.
11.2.08
26.1.08
5.1.08
Nuevos pasados
Nuevo año, nuevo calzón, nueva casa y trabajo. Viejas las ganas de cambiar todo, de mandar a la mierda a todos. La balanza no se equilibra, la esquizofrenia porteña no frena. Vidas designificándose en la vereda, cartón, calor y algún levantánimos. Nuevas tecnologías, palabras cortas, miradas superficiales. Y así sin vehículo se camina, cada vez más calor, cada vez menos aire, todavía se camina.
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